Y lo sabes. No sufres de ningún síndrome, aunque hace poco te has sabido incluida en un grupo denominado P.A.S. (Personas Altamente Sensibles), o sea, distinta de la mayoría. En principio ni para bien, ni para mal. Solo rara. A veces, mejor. Otras, peor. Lo único que te enorgullece de tu particularidad es esa habilidad -tan escasa- de investigar otros puntos de vista. De ponerte en otros lugares. De dudar. De cuestionar y cuestionarte. De asumir que cuando se critica mucho algo es porque se le envidia, o se le teme, o se le añora. De saber que el más arrojado es el que guarda más miedos. Que la más arriesgada es la más frágil. Que la más presumida solo posee carencias, y que el más galán desconoce por completo lo que es el amor…
Tienes una vista física deplorable, pero una psicológica casi óptima. Echas de menos a algunos -sobre todo a los vitales- pero no os entendéis, y ya has tirado la toalla que te encantaría recoger del cuadrilátero. Tal vez, algún día, el entrenador llame con buenas noticias.
Eres rara. No participas en temas tan populares y «entrañables» como los embarazos, las lactancias, las Vírgenes, los Cristos, los Santos, los Besamanos, el horóscopo, los gatos, los grupos en redes sociales, las bendiciones, los «sidiosquiere», los «diostebendiga», el «comparte y amén», el peloteo, las cursiladas, las exaltaciones, el folclore y la peineta. Y además eres de Sevilla. Rara quizás sea poco.
No te crees las excusas. Las detestas; quizás porque has recibido muchas y de todos los colores. Prefieres el respetuoso silencio y su callada. Recuerdas la palabra dada y cumplida, así como la empeñada en falso. Eres inocente en un mundo que ignora su significado para los adultos. Que, sencillamente, no lo cree posible. Te arrogan, en cambio, estupidez y literalidad, y te subestiman por ello. Porque eres rara y solo mereces condescendencia…
Para colmo de males, escribes. Publicas libros sin que te cueste el dinero. Y no son de esa autoayuda que tanto vende y tan buena imagen cosecha para su autor. Eres rara y a lo mejor te crees algo (poco), de modo que hay que demostrarte, en cada ocasión, lo equivocada que estás.
Sin embargo te duelen, más que a los golpistas de pecho y cruces, las injusticias, las guerras, las enfermedades ajenas, los fanatismos religiosos, el maltrato, los desaires, los desprecios, las ausencias, los olvidos a propósito y las desvergüenzas. Te duelen -como un palo en las costillas- el mundo y la vida, y así vas, herida y rara, por ese camino que trazaste un buen día cuando elegiste ser tú.
Y escribir.
Marga:
Esa «rareza» o mas bien el conjunto de ellas es lo que te hace especial y particularmente valiosa.
Quien a tu lado está lo sabe, lo aprecia y lo disfruta, pero desde la distancia, otros también lo percibimos.
Posiblemente porque también soy raro…. muy raro.
Valiosa para otros raros (valiosos como tú), pero no para la mayoría, que al fin y al cabo es la que cuenta (para casi todo). Gracias por la percepción y por permanecer. Eso también es raro. 😉
A estas alturas mis rarezas las tengo suficientemente asumidas.. o eso espero. Por supuesto, no desdeño el aprecio de personas que tienen poco que ver conmigo, pero valoro especialmente el de quienes comparten mi modo de ser, mis inquietudes y mi modo de ver la vida. Así que si los raros nos unimos a lo mejor cambiamos el mundo, o al menos hacer grato nuestro mundo (más modestamente).